28 mayo, 2007

No hay glamour en Atlantic City

(...)visitamos tres casinos: uno de temática romana, cartón piedra imitando la antigua Roma; otro del Oeste, y otro cubano. La puesta en escena es de paredes para arriba, porque, en lo referente al suelo, al decorador se le olvidó la temática. El suelo es una moqueta de flores sobre la que caminan los seres más gordos y peor vestidos de la Tierra. Nosotros somos como una tribu asustada de seres chiquitillos que camina en grupo con miedo a perderse en esta pesadilla. Como Hansel y Gretel en el bosque, pero peor: cientos de máquinas tragaperras ante las que rumian mujeres solitarias, acabadas, que no hablan con nadie y se buscan tozudamente la ruina. El casino funciona veinticuatro horas; no hay ventanas, a fin de que el jugador no sepa si es de día o de noche. Y al fondo, las ruletas, en las que parece respirarse la misma pasión destructiva que inspiró a Dostoievski, que aquí está más vivo que nunca, en los ojos vidriosos de la gente; en los de ese indio loco que tengo a mi lado y que parece decidido a gastarse todo lo que ha ganado en el taxi en los tres últimos meses. No hay glamour, el glamour lo trajimos nosotros; estaba compuesto por todo lo leído, por todo lo visto en esas películas en las que hasta la América real se nos presenta más fascinante de lo que realmente es. No hay glamour, se terminó. Finito. Ya no hace falta ponerse un traje de alpaca para perderlo todo, vale con unos bermudas y zapatillorras, vale la riñonera para meter las fichas y vale el vaso de plástico para el whisky. No hay glamour, tampoco gran cachondeo, sólo el ensimismamiento atormentado del vicio.(...)

Apocalíptica Elvira Lindo
Completo en El Pais

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